jueves, mayo 01, 2014

CENIZAS DEL BUFÓN, LA LOCURA Y LA RISA



Por Nelson Romero Guzmán
(Poeta colombiano)




“La tragedia es un momento alegre”.
                    Jean Genet
                                                                        
Carátula: "Luz y sombra engendrando locura", de Diego Fernando Céspedes
I


El presente libro de poemas de Jorge Ladino Gaitán Bayona está inspirado en el personaje el Guasón, de la película Batman, el caballero de la noche (2008), del director inglés Christopher Nolan. Sin embargo, la escritura de Gaitán Bayona no pretende ser una copia del cine, ni rendir tributo servil al argumento de la película. Se trata más bien de la recreación poética de un personaje del cine a través de una escritura paródica. Así como la literatura es llevada al cine, aquí el cine es llevado a la literatura, más exactamente a la poesía; en ese camino de ida y vuelta se permean dos expresiones artísticas que se han buscado y necesitado de manera incesante. Esta vez se da el salto del comic al cine y del cine a la poesía. En cada uno de esos trayectos se renuevan las visiones y se recrean las imágenes a su manera, para obtener como resultado una nueva lectura.

En Cenizas del bufón la escritura de Jorge Ladino Gaitán asume de frente la máscara de la parodia. En la división del libro en sus dos partes, “Antiguo Testamento” y “Nuevo Testamento”, se apodera una voz profética anclada en una bufonada bíblica. Esto lo dejaremos para unas líneas más adelante. Por ahora, resulta clave decir que una de las máscaras desconocidas del bufón que sale a la luz en este libro de poemas es la de un Guasón escritor; más propiamente, la de un creador a través de la destrucción como ese “momento alegre” de la tragedia, para volver al epígrafe de Jean Genet. Es por ello que los textos de Gaitán Bayona están construidos a partir de imágenes de la destrucción. Clave este ademán de escritura, porque el Guasón viene a emerger en nuestros tiempos como prototipo del “poeta maldito”, adorador del mal, siguiendo la tradición del malditismo literario en las figuras de Isidore Ducasse, Conde Lautréamont, en el siglo XIX, y el mismo Jean Genet en el siglo XX. El primero autor de Los cantos de Maldoror (1869) y el segundo de Diario del ladrón (1949). Estos autores, separados en el tiempo, estuvieron hermanados por la búsqueda de la perfección a través de la santificación del crimen. Lautréamont invoca a Dios en sus cantos como a un Celestial Bandido. Al Guasón le caerían como anillo al dedo estas palabras de Maldoror contra aquellos que abanderan la esclavitud del orden: “Legisladores de estúpidas instituciones, inventores de una moral estrecha, alejaos de mí pues soy un alma imparcial”. También Genet busca conquistar el infinito por los medios más insensatos: El homosexualismo, la traición, el robo y la cárcel. Afirma en su diario que “negando las virtudes de vuestro mundo, los criminales aceptan, desesperadamente, organizar un universo prohibido”. Así es como el escritor moderno fustiga los valores que han dado vida a una doble moral, que no por legal, destructora de su mismo orden en las sociedades de todos los tiempos. Para el Guasón el bien no es más que una cuota de lo inmoralidad y el compromiso del escritor que encarna es la inversión del orden, convirtiendo el mal en virtud.


II


Pasemos ahora a la división del libro, tan importante para un sentido global de lectura. El “Antiguo Testamento” se presenta aquí como un mundo en reposo y la materia que lo define es el agua, reiteradamente aludida a través del mar y del naufragio. El “Nuevo Testamento” se construye como espacio en movimiento, en continua metamorfosis, y el elemento que lo nombra es el fuego.

De la quietud de lo antiguo hace parte la cotidianidad chata de un hombre que se acomoda a vivir conforme a sus necesidades y los principios impuestos por una moral bastante estrecha a la manera de barrotes de una jaula. Por eso la jaula de la moral es reiterativa en los poemas de la primera parte. Ellos aluden  a esa rutina milenaria, pivote de lo sagrado. Basta que un verso diga: “El hastío acecha”, y ya es suficiente para designar esa vida fútil donde más adelante otro verso se alza para decir al hombre atado a los mandamientos del “Antiguo Testamento”: “Los recuerdos se escupen dos veces / y se guardan en cajones oscuros”. En los textos de Ladino Gaitán la rutina está representada en forma alegórica, en  la imagen de un Caronte con su  barca yendo y viniendo al mismo puerto; su vivir es un naufragio diario: “un náufrago de las ocho horas y sus extras”. Para sostenerse en el mar de lo cotidiano, necesita como timón una moral férrea, donde su único heroísmo está en lo que expresan estos versos: “Te nombraron empleado del mes, / tras los aplausos / cañones invisibles arruinaron tu embarcación”.

La ironía se esconde en los textos de este testamento, en donde el bufón se encuentra expulsado –o prefigurado en lo antiguo-, pues quien aquí gobierna es el rey. Pero en el poema titulado “Hay jaulas detrás de las pupilas” se desvela que “la sangre se ríe de sus trucos”.  ¿Y cuál es el truco o la trampa del rey? Es este su mandato: “Trabajo y agujas, / hijos y agujas / y tú descalzo”. Agujas que son la ruina y el dolor del trabajo, la forma presente de la expulsión del paraíso en el Génesis. Páginas adelante del poemario, el bufón se valdrá de las cenizas del héroe y de sus víctimas para dar paso a la redención que sólo se logra a través del caos, la destrucción y el crimen, gracias a cuotas de emoción, locura y risa siniestra. Son los tiempos que ahora corresponden al “Nuevo Testamento”, el nacimiento del Antimesías. Ya en la primera parte se prefigura ese bufón de la modernidad que arrasará con los valores de la antigüedad. El último verso del “Antiguo Testamento” lo anuncia: “Detrás de la aurora el espanto araña su rostro, / adelante la ciudad el vértigo”.


III


En el “Nuevo Testamento” aparece este verso alusivo al Guasón: “Siglos y siglos de metamorfosis y espanto le dieron la locura y la risa”. Aquí nace el bufón en el poemario de Jorge Ladino Gaitán. Digamos que sufre otra  de sus metamorfosis históricas: un burlón que burla la bufonería y bromea con cosas serias: Dios, la moral social, la civilización, las instituciones políticas y económicas de Gótica, ciudad víctima de su nuevo proyecto de hombre. Es bueno en este punto traer a colación el estudio que hizo Mijail Bajtín sobre la cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, quien comenta que el bufón, como figura carnavalesca, es la “inversión del rey”, además que era víctima sacrifical de ciertos ritos; persona deforme y repugnante; era quemado y sus cenizas se echaban al mar, como un rito que elevaba lo inferior a lo superior. En el libro Cenizas del bufón, la ceniza ya no es sólo la de su cuerpo, sino la de toda una ciudad con sus habitantes; de ahí también la imagen tributaria del dinero convertido en ceniza y el robo como limpieza de la explotación. Para lograr ese cometido, la locura y la risa se convierten en armas letales.

Una de las imágenes bufonescas en el libro se plantea en este verso: “Sonrisa de la piedra sobre el rostro de la anciana”; seguidamente la piedra, luego de quebrantar el orden de lo antiguo, se metamorfosea en lo nuevo a partir de la imagen de la sensualidad en los versos que siguen: “…y la piedra como si nada, / tirada, / tomando el sol con su bikini blanco”. Las palabras son poderosas en este poema titulado “Sonrisa de la piedra”, no en vano el blanco del bikini burla al asesino; es el bufón el que escribe el testamento, el que bromea con la poesía. Él mismo se seduce en el espejo del arte, pues luego de sembrar el terror en las calles de Gótica, reflexiona como poeta del mal: “Me creía loco pero el mundo anda peor, / algún crítico dirá que no fui terrorista / sino artista conceptual y hasta poeta”.  Como se ve, asume la máscara del poeta futurista, destructor de museos y creador de una nueva belleza elevada al crimen.

¿Y qué mejor postre para un bufón que su propia carne, su risa y los destrozos de la ciudad? Los poemas retornan al rito de la antropofagia: “postre de Guasón, tarta de risas”.  “Nuevo Testamento”, el segundo y final apartado de este libro, que reitero da nacimiento al bufón, lo hace a partir de otro rito: el de la regeneración. Vale la pena detenerse en el primer poema de esta segunda parte, el titulado “Destrucción del héroe”,  el cual se abre con un epígrafe tomado de unas palabras del Guasón en la película de Nolan: “Tuve una visión de un mundo sin Batman”. Y es que Batman reencarna el “Antiguo Testamento”; muerto Batman como salvador de Gótica, de sus cenizas nace el Guasón con valores renovados, inversos, representando un “Nuevo Testamento”. El bufón podría ser también la sepultura de Batman y a la vez su nacimiento o regeneración. Este poema, estructurado en cuatro partes, lo dice todo. Aquí se maneja una perfecta ambivalencia de quien deja oír su nueva voz frente a la del pasado: “Dios del caos, / no esclavo del orden”. Al nacer el Bufón, Batman es un falso héroe, por eso lo recrimina de esta manera: “La estupidez rebosó la copa (…) / quisiera prenderte tus alas de juguete / y verte arder en tu falsa cruz, / tu falso credo”. Enseguida se dará paso al lenguaje de la parodia del texto bíblico a través de la reconocida oración del Nuevo Testamento bíblico, con la que Cristo enseñó a sus apóstoles. Y viene, un tanto oculta, otra bella parodia, esta vez al mito de Prometeo. Para ello, el poeta se vale de la pintura, esta vez la obra del pintor Diego Fernando Céspedes que ilustra la carátula del libro, la cual se integra en el poema titulado “En la cabeza del fosforo”. En la imagen el Guasón mira con sonrisa siniestra la breve llama de un fósforo. En la cerilla ve el horror, presagia la destrucción de Gótica y se lee a sí mismo: “esta risa y estos versos, / el antiguo y el nuevo testamento”.

Si en el “Antiguo Testamento” era el vino y la hostia, en el nuevo es la gasolina y el cigarro. Así, el libro de Jorge Ladino Gaitán Bayona habla a dos voces, construyendo miradas paralelas de un personaje que reencarna lo nuevo y lo antiguo, lo que nace y muere, de ahí el símbolo de la ceniza, tan vital para el lenguaje.

La locura y la risa son los ingredientes que mejor definen la atmósfera del libro.  La risa, como artificio del bufón, le sirve para burlarse de lo que a su paso destruye con violencia. Por eso, volviendo a Lautréamont, la risa eleva al criminal. La locura, por su parte, es capaz de ver el mundo sólo en un orden aparente. Risa y locura son armas destructoras y a la vez misteriosas, juntas alcanzan la perfección moral a través de la anarquía, pues el bufón ve en el orden establecido de la ciudad, una amenaza y no una forma de la salvación. Jorge Ladino ha logrado recrearnos una mirada del poeta maldito a través del Guasón. El cine le ha servido de telón de fondo para ver nacer un nuevo y un antiguo testamento. Cada lector de este libro será el encargado de mirar el mundo, su mundo, a través de la máscara del bufón. Mi lectura no es más que una aproximación a la locura y a la risa del personaje del cine recreado en los poemas de Jorge Ladino Gaitán Bayona.




SELECCIÓN DE POEMAS DE CENIZAS DEL BUFÓN



BUFÓN SINIESTRO




Bufón siniestro que burlas los cielos,
alabado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu risa.
Estallen tus bombas en Gótica como en el infierno.

Danos hoy tu rencor, pan de cada día.
Maldice nuestros naufragios
como también maldecimos las cunas y los nacimientos.
Déjanos caer en la desesperación y líbranos del perdón.

Armen.


DESTRUCCIÓN DEL HÉROE



 “Tuve una visión de un mundo sin Batman”.
Palabras del Guasón en Batman, el caballero de la noche (2008).


I


¿No te hastías del aplauso?
¿niño bueno aunque asesinaran a tus padres?
….Si quebraras la máscara y su mansedumbre,
….si inventaras fuegos en vez de apagarlos,
Dios del caos,
no esclavo del orden.
Los crímenes borrados son titulares de periódico,
los crímenes provocados apuntan a la gloria.
La memoria guarda traumas y muertos,
no aguas calmas ni borregos.
La ciudad que odia, recuerda.
La ciudad que ama, olvida.

¿De qué lado te pretendes?
¿héroe o villano?
¿Moda o eternidad?


II


No busques a tus padres en el vuelo de un murciélago,
no son pinceles sus alas cuando dibujan formas en el cielo,
acepta tu orfandad y déjalo esparcir las semillas de la locura,
deslizarse en su sonido como barco de fantasmas ebrios,
suya la noche y sus insectos,
sus ganados,
sus perros.
Un murciélago es un murciélago,
no espejo ni disfraz de un héroe.
¿Por qué un mamífero volador
como redentor del hombre y sus miserias?
¿Batman?
¿Hombre murciélago?
La estupidez rebosó la copa,
se sonrojan las cuevas  
y el viento estalla en improperios,
quisiera prender tus alas de juguete
y verte arder en tu falsa cruz,
tu falso credo.


III


No quites a la suerte sus puñales de niebla,
sus alfileres robando a la carne sus secretos,
sus panes azules sobre bocas que no abrirán sus ojos.
Déjala danzar sobre cuerpos calcinados;
si los desmorona y tira al viento es su noche,
su fiesta.
No le hables de cordura  
si en luna llena muta en lobo
y desgarra en cada cuna su cordero.
No la retes si entra a cine con traje de granadas.
A la suerte no tientan héroes ni parábolas,
se reiría en tu cara apretando tu entrepierna.


IV


Nada puedes contra el sueño.
Al dormir pierdes la fuerza,
vano gritar,
hay anzuelos en tus labios.
Te golpean de todos lados,
tus puños de arena nada hieren,
tus puntapiés avergonzarían los pétalos.
¿Cuánta levedad mientras el miedo araña?

Te miran y odian recién nacidos y gatos,
ancianos y perros que orinan a tu paso.

¿A quién rogar por un poco de justicia?
Las monedas caen de los edificios,
Millones de Judas las recogen y te prenden fuego.
Te arrodillas en  mitad del círculo.
Mírate solo, cruz en llamas en las tierras del sueño,
no paras de arder.
¿Dónde tu viejo mayordomo?
¿Por qué no elige despertarte?


EN LA CABEZA DEL FÓSFORO



A Diego Fernando Céspedes
y su óleo sobre lienzo “Luz y sombra engendrando locura”.



En la cabeza del fósforo el mundo contra las cuerdas.
Unos perdonan y fuman un cigarro,
otros prenden chimeneas y cuentan sus historias.
¿Cuánto horror en la cerilla?
No soy Aladino para frotar tres veces,
un roce y Gotica arderá para siempre.
La locura estalla su camisa de fuerza,
se abre lento, flor maldita.
No es sólo una llama jugando entre mis dedos,
mis ojos se alumbran más allá del fuego,
veo gritos que vendrán como fantasmas ciegos,
montañas de dinero ardiendo,
las cartas suicidas de los dioses,
la noche de los mutilados,
navajas cruzando muñecas,
cuerpos donde la luna apuñala lobos,
una monja y un sacerdote en un burdel,
calles donde las sombras degüellan a sus dueños,
bombas nucleares en los museos,
la ciudad en ruinas,
esta risa y estos versos,
el antiguo y el nuevo testamento.



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La imagen de la carátula, inspirada en los versos del libro, es un óleo sobre lienzo del pintor tolimense Diego Fernando Céspedes y se titula "Luz y sombra engendrando locura".



El prólogo es de Nelson Romero Guzmán, poeta colombiano (Ataco-Tolima, 1962). Ganador de varios reconocimientos, entre los que se destacan el Premio Nacional de Poesía “Fernando Mejía Mejía” (1992), Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia (1999) y Premio Nacional de Literatura –modalidad poesía- del Instituto Distrital de Cultura y Turismo de la Alcaldía de Bogotá (2007). A nivel lírico ha publicado los libros Días sonámbulos (1988),Rumbos (1993), Surgidos de la luz (2000), Grafías del insecto (2005), La quinta del sordo (2006), Obras de mampostería (2007) y Apuntes para un cuaderno secreto (con la mexicana Kenia Cano, 2011). A nivel de crítica literaria ha publicado los libros El porvenir incompleto, tres novelas históricas colombianas (2012) y El espacio imaginario en la poesía de Carlos Obregón(2012). Es Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás y Magister en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira en convenio con la Universidad del Tolima.

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