Por Nelson Romero Guzmán
(Poeta colombiano)
“La
tragedia es un momento alegre”.
Jean Genet
El presente libro de poemas de Jorge Ladino Gaitán Bayona
está inspirado en el personaje el Guasón, de la película Batman, el caballero de la noche (2008), del director inglés
Christopher Nolan. Sin embargo, la escritura de Gaitán Bayona no pretende ser
una copia del cine, ni rendir tributo servil al argumento de la película. Se
trata más bien de la recreación poética de un personaje del cine a través de
una escritura paródica. Así como la literatura es llevada al cine, aquí el cine
es llevado a la literatura, más exactamente a la poesía; en ese camino de ida y
vuelta se permean dos expresiones artísticas que se han buscado y necesitado de
manera incesante. Esta vez se da el salto del comic al cine y del cine a la
poesía. En cada uno de esos trayectos se renuevan las visiones y se recrean las
imágenes a su manera, para obtener como resultado una nueva lectura.
En Cenizas del
bufón la escritura de Jorge Ladino Gaitán asume de frente la máscara de la
parodia. En la división del libro en sus dos partes, “Antiguo Testamento” y
“Nuevo Testamento”, se apodera una voz profética anclada en una bufonada
bíblica. Esto lo dejaremos para unas líneas más adelante. Por ahora, resulta
clave decir que una de las máscaras desconocidas del bufón que sale a la luz en
este libro de poemas es la de un Guasón escritor; más propiamente, la de un
creador a través de la destrucción como ese “momento alegre” de la tragedia, para
volver al epígrafe de Jean Genet. Es por ello que los textos de Gaitán Bayona
están construidos a partir de imágenes de la destrucción. Clave este ademán de
escritura, porque el Guasón viene a emerger en nuestros tiempos como prototipo
del “poeta maldito”, adorador del mal, siguiendo la tradición del malditismo
literario en las figuras de Isidore Ducasse, Conde Lautréamont, en el siglo
XIX, y el mismo Jean Genet en el siglo XX. El primero autor de Los cantos de Maldoror (1869) y el
segundo de Diario del ladrón (1949).
Estos autores, separados en el tiempo, estuvieron hermanados por la búsqueda de
la perfección a través de la santificación del crimen. Lautréamont invoca a
Dios en sus cantos como a un Celestial Bandido. Al Guasón le caerían como
anillo al dedo estas palabras de Maldoror contra aquellos que abanderan la
esclavitud del orden: “Legisladores de estúpidas instituciones, inventores de
una moral estrecha, alejaos de mí pues soy un alma imparcial”. También Genet
busca conquistar el infinito por los medios más insensatos: El homosexualismo,
la traición, el robo y la cárcel. Afirma en su diario que “negando las virtudes
de vuestro mundo, los criminales aceptan, desesperadamente, organizar un
universo prohibido”. Así es como el escritor moderno fustiga los valores que han
dado vida a una doble moral, que no por legal,
destructora de su mismo orden en las sociedades de todos los tiempos. Para el Guasón
el bien no es más que una cuota de lo inmoralidad y el compromiso del escritor
que encarna es la inversión del orden, convirtiendo el mal en virtud.
II
Pasemos ahora a la división del libro, tan importante
para un sentido global de lectura. El “Antiguo Testamento” se presenta aquí
como un mundo en reposo y la materia que lo define es el agua, reiteradamente
aludida a través del mar y del naufragio. El “Nuevo Testamento” se construye
como espacio en movimiento, en continua metamorfosis, y el elemento que lo nombra
es el fuego.
De la quietud de lo antiguo hace parte la cotidianidad
chata de un hombre que se acomoda a vivir conforme a sus necesidades y los
principios impuestos por una moral bastante estrecha a la manera de barrotes de
una jaula. Por eso la jaula de la moral es reiterativa en los poemas de la
primera parte. Ellos aluden a esa rutina
milenaria, pivote de lo sagrado. Basta que un verso diga: “El hastío acecha”, y
ya es suficiente para designar esa vida fútil donde más adelante otro verso se
alza para decir al hombre atado a los mandamientos del “Antiguo Testamento”:
“Los recuerdos se escupen dos veces / y se guardan en cajones oscuros”. En los
textos de Ladino Gaitán la rutina está representada en forma alegórica, en la imagen de un Caronte con su barca yendo y viniendo al mismo puerto; su
vivir es un naufragio diario: “un náufrago de las ocho horas y sus extras”. Para
sostenerse en el mar de lo cotidiano, necesita como timón una moral férrea,
donde su único heroísmo está en lo que expresan estos versos: “Te nombraron
empleado del mes, / tras los aplausos / cañones invisibles arruinaron tu
embarcación”.
La ironía se esconde en los textos de este testamento, en
donde el bufón se encuentra expulsado –o prefigurado en lo antiguo-, pues quien
aquí gobierna es el rey. Pero en el poema titulado “Hay jaulas detrás de las
pupilas” se desvela que “la sangre se ríe de sus trucos”. ¿Y cuál es el truco o la trampa del rey? Es
este su mandato: “Trabajo y agujas, / hijos y agujas / y tú descalzo”. Agujas
que son la ruina y el dolor del trabajo, la forma presente de la expulsión del
paraíso en el Génesis. Páginas adelante del poemario, el bufón se valdrá de las
cenizas del héroe y de sus víctimas para dar paso a la redención que sólo se
logra a través del caos, la destrucción y el crimen, gracias a cuotas de
emoción, locura y risa siniestra. Son los tiempos que ahora corresponden al “Nuevo
Testamento”, el nacimiento del Antimesías. Ya en la primera parte se prefigura
ese bufón de la modernidad que arrasará con los valores de la antigüedad. El
último verso del “Antiguo Testamento” lo anuncia: “Detrás de la aurora el
espanto araña su rostro, / adelante la ciudad el vértigo”.
III
En el “Nuevo Testamento” aparece este verso alusivo al
Guasón: “Siglos y siglos de metamorfosis y espanto le dieron la locura y la
risa”. Aquí nace el bufón en el poemario de Jorge Ladino Gaitán. Digamos que
sufre otra de sus metamorfosis
históricas: un burlón que burla la bufonería y bromea con cosas serias: Dios,
la moral social, la civilización, las instituciones políticas y económicas de
Gótica, ciudad víctima de su nuevo proyecto de hombre. Es bueno en este punto
traer a colación el estudio que hizo Mijail Bajtín sobre la cultura popular en
la Edad Media y el Renacimiento, quien comenta que el bufón, como figura
carnavalesca, es la “inversión del rey”, además que era víctima sacrifical de
ciertos ritos; persona deforme y repugnante; era quemado y sus cenizas se
echaban al mar, como un rito que elevaba lo inferior a lo superior. En el libro
Cenizas del bufón, la ceniza ya no es
sólo la de su cuerpo, sino la de toda una ciudad con sus habitantes; de ahí
también la imagen tributaria del dinero convertido en ceniza y el robo como
limpieza de la explotación. Para lograr ese cometido, la locura y la risa se
convierten en armas letales.
Una de las imágenes bufonescas en el libro se plantea en
este verso: “Sonrisa de la piedra sobre el rostro de la anciana”; seguidamente
la piedra, luego de quebrantar el orden de lo antiguo, se metamorfosea en lo
nuevo a partir de la imagen de la sensualidad en los versos que siguen: “…y la
piedra como si nada, / tirada, / tomando el sol con su bikini blanco”. Las
palabras son poderosas en este poema titulado “Sonrisa de la piedra”, no en
vano el blanco del bikini burla al asesino; es el bufón el que escribe el
testamento, el que bromea con la poesía. Él mismo se seduce en el espejo del
arte, pues luego de sembrar el terror en las calles de Gótica, reflexiona como
poeta del mal: “Me creía loco pero el mundo anda peor, / algún crítico dirá que
no fui terrorista / sino artista conceptual y hasta poeta”. Como se ve, asume la máscara del poeta
futurista, destructor de museos y creador de una nueva belleza elevada al
crimen.
¿Y qué mejor postre para un bufón que su propia carne, su
risa y los destrozos de la ciudad? Los poemas retornan al rito de la
antropofagia: “postre de Guasón, tarta de risas”. “Nuevo Testamento”, el segundo y final
apartado de este libro, que reitero da nacimiento al bufón, lo hace a partir de
otro rito: el de la regeneración. Vale la pena detenerse en el primer poema de
esta segunda parte, el titulado “Destrucción del héroe”, el cual se abre con un epígrafe tomado de
unas palabras del Guasón en la película de Nolan: “Tuve una visión de un mundo
sin Batman”. Y es que Batman reencarna el “Antiguo Testamento”; muerto Batman
como salvador de Gótica, de sus cenizas nace el Guasón con valores renovados,
inversos, representando un “Nuevo Testamento”. El bufón podría ser también la
sepultura de Batman y a la vez su nacimiento o regeneración. Este poema,
estructurado en cuatro partes, lo dice todo. Aquí se maneja una perfecta
ambivalencia de quien deja oír su nueva voz frente a la del pasado: “Dios del
caos, / no esclavo del orden”. Al nacer el Bufón, Batman es un falso héroe, por
eso lo recrimina de esta manera: “La estupidez rebosó la copa (…) / quisiera
prenderte tus alas de juguete / y verte arder en tu falsa cruz, / tu falso
credo”. Enseguida se dará paso al lenguaje de la parodia del texto bíblico a
través de la reconocida oración del Nuevo Testamento bíblico, con la que Cristo
enseñó a sus apóstoles. Y viene, un tanto oculta, otra bella parodia, esta vez
al mito de Prometeo. Para ello, el poeta se vale de la pintura, esta vez la
obra del pintor Diego Fernando Céspedes que ilustra la carátula del libro, la
cual se integra en el poema titulado “En la cabeza del fosforo”. En la imagen
el Guasón mira con sonrisa siniestra la breve llama de un fósforo. En la
cerilla ve el horror, presagia la destrucción de Gótica y se lee a sí mismo:
“esta risa y estos versos, / el antiguo y el nuevo testamento”.
Si en el “Antiguo Testamento” era el vino y la hostia, en
el nuevo es la gasolina y el cigarro. Así, el libro de Jorge Ladino Gaitán
Bayona habla a dos voces, construyendo miradas paralelas de un personaje que
reencarna lo nuevo y lo antiguo, lo que nace y muere, de ahí el símbolo de la
ceniza, tan vital para el lenguaje.
La locura y la risa son los ingredientes que mejor
definen la atmósfera del libro. La risa,
como artificio del bufón, le sirve para burlarse de lo que a su paso destruye
con violencia. Por eso, volviendo a Lautréamont, la risa eleva al criminal. La
locura, por su parte, es capaz de ver el mundo sólo en un orden aparente. Risa
y locura son armas destructoras y a la vez misteriosas, juntas alcanzan la
perfección moral a través de la anarquía, pues el bufón ve en el orden
establecido de la ciudad, una amenaza y no una forma de la salvación. Jorge
Ladino ha logrado recrearnos una mirada del poeta maldito a través del Guasón.
El cine le ha servido de telón de fondo para ver nacer un nuevo y un antiguo
testamento. Cada lector de este libro será el encargado de mirar el mundo, su
mundo, a través de la máscara del bufón. Mi lectura no es más que una
aproximación a la locura y a la risa del personaje del cine recreado en los
poemas de Jorge Ladino Gaitán Bayona.
SELECCIÓN DE POEMAS DE CENIZAS DEL BUFÓN
BUFÓN SINIESTRO
Bufón
siniestro que burlas los cielos,
alabado
sea tu nombre.
Venga
a nosotros tu risa.
Estallen
tus bombas en Gótica como en el infierno.
Danos
hoy tu rencor, pan de cada día.
Maldice
nuestros naufragios
como
también maldecimos las cunas y los nacimientos.
Déjanos
caer en la desesperación y líbranos del perdón.
Armen.
DESTRUCCIÓN DEL HÉROE
“Tuve
una visión de un mundo sin Batman”.
Palabras
del Guasón en Batman, el caballero de la
noche (2008).
I
¿No
te hastías del aplauso?
¿niño
bueno aunque asesinaran a tus padres?
….Si
quebraras la máscara y su mansedumbre,
….si
inventaras fuegos en vez de apagarlos,
Dios
del caos,
no
esclavo del orden.
Los
crímenes borrados son titulares de periódico,
los
crímenes provocados apuntan a la gloria.
La
memoria guarda traumas y muertos,
no
aguas calmas ni borregos.
La
ciudad que odia, recuerda.
La
ciudad que ama, olvida.
¿De
qué lado te pretendes?
¿héroe
o villano?
¿Moda
o eternidad?
II
No
busques a tus padres en el vuelo de un murciélago,
no
son pinceles sus alas cuando dibujan formas en el cielo,
acepta
tu orfandad y déjalo esparcir las semillas de la locura,
deslizarse
en su sonido como barco de fantasmas ebrios,
suya
la noche y sus insectos,
sus
ganados,
sus
perros.
Un
murciélago es un murciélago,
no
espejo ni disfraz de un héroe.
¿Por
qué un mamífero volador
como
redentor del hombre y sus miserias?
¿Batman?
¿Hombre
murciélago?
La
estupidez rebosó la copa,
se
sonrojan las cuevas
y el
viento estalla en improperios,
quisiera
prender tus alas de juguete
y
verte arder en tu falsa cruz,
tu
falso credo.
III
No
quites a la suerte sus puñales de niebla,
sus
alfileres robando a la carne sus secretos,
sus
panes azules sobre bocas que no abrirán sus ojos.
Déjala
danzar sobre cuerpos calcinados;
si
los desmorona y tira al viento es su noche,
su
fiesta.
No
le hables de cordura
si
en luna llena muta en lobo
y
desgarra en cada cuna su cordero.
No
la retes si entra a cine con traje de granadas.
A la
suerte no tientan héroes ni parábolas,
se
reiría en tu cara apretando tu entrepierna.
IV
Nada
puedes contra el sueño.
Al
dormir pierdes la fuerza,
vano
gritar,
hay
anzuelos en tus labios.
Te
golpean de todos lados,
tus
puños de arena nada hieren,
tus
puntapiés avergonzarían los pétalos.
¿Cuánta
levedad mientras el miedo araña?
Te
miran y odian recién nacidos y gatos,
ancianos
y perros que orinan a tu paso.
¿A
quién rogar por un poco de justicia?
Las
monedas caen de los edificios,
Millones
de Judas las recogen y te prenden fuego.
Te
arrodillas en mitad del círculo.
Mírate
solo, cruz en llamas en las tierras del sueño,
no
paras de arder.
¿Dónde
tu viejo mayordomo?
¿Por
qué no elige despertarte?
EN LA CABEZA DEL FÓSFORO
A
Diego Fernando Céspedes
y
su óleo sobre lienzo “Luz y sombra engendrando locura”.
En
la cabeza del fósforo el mundo contra las cuerdas.
Unos
perdonan y fuman un cigarro,
otros
prenden chimeneas y cuentan sus historias.
¿Cuánto
horror en la cerilla?
No
soy Aladino para frotar tres veces,
un
roce y Gotica arderá para siempre.
La
locura estalla su camisa de fuerza,
se
abre lento, flor maldita.
No
es sólo una llama jugando entre mis dedos,
mis
ojos se alumbran más allá del fuego,
veo
gritos que vendrán como fantasmas ciegos,
montañas
de dinero ardiendo,
las
cartas suicidas de los dioses,
la
noche de los mutilados,
navajas
cruzando muñecas,
cuerpos
donde la luna apuñala lobos,
una
monja y un sacerdote en un burdel,
calles
donde las sombras degüellan a sus dueños,
bombas
nucleares en los museos,
la
ciudad en ruinas,
esta
risa y estos versos,
el
antiguo y el nuevo testamento.
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La imagen de
la carátula, inspirada en los versos del libro, es un óleo sobre lienzo del
pintor tolimense Diego Fernando Céspedes y se titula "Luz y
sombra engendrando locura".
El prólogo es
de Nelson Romero Guzmán, poeta colombiano (Ataco-Tolima, 1962). Ganador
de varios reconocimientos, entre los que se destacan el Premio Nacional de
Poesía “Fernando Mejía Mejía” (1992), Premio Nacional de Poesía Universidad de
Antioquia (1999) y Premio Nacional de Literatura –modalidad poesía- del
Instituto Distrital de Cultura y Turismo de la Alcaldía de Bogotá (2007). A
nivel lírico ha publicado los libros Días sonámbulos (1988),Rumbos (1993), Surgidos
de la luz (2000), Grafías del insecto (2005), La
quinta del sordo (2006), Obras de mampostería (2007)
y Apuntes para un cuaderno secreto (con la mexicana Kenia
Cano, 2011). A nivel de crítica literaria ha publicado los libros El
porvenir incompleto, tres novelas históricas colombianas (2012) y El
espacio imaginario en la poesía de Carlos Obregón(2012). Es Licenciado en
Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás y Magister en Literatura de la
Universidad Tecnológica de Pereira en convenio con la Universidad del Tolima.