Por
Jorge Ladino Gaitán Bayona
(Integrante del Grupo en Investigación en Literatura del Tolima,
jlgaitan@ut.edu.co).
(Integrante del Grupo en Investigación en Literatura del Tolima,
jlgaitan@ut.edu.co).
Mientras el tiempo
sea nuestro (2013) es una antología poética donde
se recoge la obra de Lilia Gutiérrez Riveros, Nelson Romero Guzmán, Winston
Morales Chavarro, Hernán Vargascarreño y Andrés Berger Kiss. Su bello diseño,
adelantado por Ediciones Exilio, está disponible a los lectores tanto en pasta
dura como en pasta blanca. Son 339 páginas dando cuenta de diversas relaciones
con el tiempo en los cuatro autores colombianos y el escritor húngaro: el
tiempo del idilio en Lilia Gutiérrez; el tiempo de la creación pictórica y
poética en Nelson Romero; el tiempo del mito en Winston Morales, el tiempo de
las digresiones –sobre el viaje, los trenes y la palabra- en Hernán
Vargascarreno; y el tiempo de la memoria en Andrés Berger Kiss.
La sección antológica de Lilia Gutiérrez Riveros se
titula “Inventario 1985-2012” (p.p. 21-81). Esta poeta, nacida en
Macaravita-Santander en 1956, ha
publicado los libros Con las alas del
tiempo (1985), Carta para Nora Böring
(1994), La cuarta hoja del trébol
(1997), Intervalos (2005) y Pasos alquilados (2011). El hilo
conductor es la experiencia del tiempo como un idilio que lleva a la poeta a ser
una con la naturaleza y la divinidad. Hay una visión panteísta en sus versos
que le permite vivenciar misterios en cada forma circundante. Al respecto, la poeta
-ganadora de varias distinciones literarias cuyo tema es la ecología- dice en
su poema “Planeta de bolsillo”: “Recorro la elongación de un suspiro/ y protejo
entre el bolsillo/ mi planeta de bosques y manglares/ sin ruidos en el aire/ y
calma en las ciudades” (p. 58). Enaltece en sus textos lo sagrado de la
libertad y la existencia: “la vida es un hilo/ en este paréntesis de eternidad”
(p. 55). Esa eternidad la experimenta, sobre todo, cuando se abraza al mar, el gran
útero inmortal.
La sección de Nelson Romero Guzmán se titula “Canción
para un final” (p.p. 83-143). Este poeta y ensayista, nacido en Ataco-Tolima en
1952, es una de las voces más destacadas no sólo de su departamento, sino
también de la lírica colombiana, no en vano su inclusión en varias antologías y
sus premios recibidos, donde sobresalen el Premio Nacional de Poesía “Fernando
Mejía Mejía” (1992), Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia (1999)
y Premio Nacional de Literatura –modalidad poesía- del Instituto Distrital de
Cultura y Turismo de la Alcaldía de Bogotá (2007). A nivel poético ha publicado
Días sonámbulos (1988), Rumbos (1993), Surgidos de la luz (2000), Grafías
del insecto (2005), La quinta del
sordo (2006), Obras de mampostería
(2007) y Apuntes para un cuaderno secreto
(con la mexicana Kenia Cano, 2011). Desde Surgidos
de la luz hasta el último de sus libros el poeta crea su belleza morando en
otras bellezas: la de la propia poesía y la de la pintura. El arte es su casa y
la fuente de sus versos, de ahí, por ejemplo, el recurso de la écfrasis
(intertextualidad donde los poemas nacen como inspiración, recreación o
resignificación de obras existentes en las artes visuales). La écfrasis le deja
ponerse la máscara de Vincent Van Gogh en Surgidos
de la luz, la de Goya en La quinta
del sordo y la de otros pintores en textos líricos posteriores. Sus poemas
no sólo son ricos en metáforas y figuras retóricas, sino también en propuestas
estéticas donde los géneros literarios parecieran diluir sus fronteras cuando
se cuentan historias desde el verso o la prosa poética. Su lírica imagina con
intensidad los tiempos de la creación estética de artistas geniales y malditos a
los que rodearon fantasmas, delirios, penurias y reproches. Las otras máscaras de
la voz poética son las de Antonin
Artaud, el Conde de Lautréamont, Jean Genet, entre otros. El poeta se desdobla, es otro, atormentado y
visionario en la creación, tal como pareciera advertirse en el poema en prosa
“Carta devuelta”: “En mi íntimo ser batalla otro ser, de negros apetitos” (p.
97).
La sección de Winston Morales Chavarro se titula
“Selección de poemas” (p.p. 145-206). Este escritor, nacido en Neiva-Huila en 1969,
es ganador de varios galardones, entre los que vale resaltar el Concurso
Nacional de Poesía “Euclides Jaramillo Arango” (2000), Premio Nacional de Poesía de la Universidad
de Antioquia (2001) y Premio Nacional de Poesía Universidad Tecnológica de
Bolívar (2005). En su obra poética se encuentran los libros Aniquirona (1998), De regreso a Schuaima (2001), Memorias
de Alexander de Brucco (2002), Camino
a Rogitama (2010) y La ciudad de las
piedras que cantan (2011). Su poesía, abundante en metáforas sugestivas, se
funda en los tiempos del mito. Hechos y personajes de la Biblia son astutamente recreados
en Memorias de Alexander de Brucco.
En otros libros el poeta busca músicas milenarias en pájaros, volcanes y aguas
de lluvias, ríos y mares; músicas que lo llevan a Schuaima, “el reino del gran
más allá”, donde el hombre es capaz de vivir plácido, incluso al saberse
cercado por la muerte “como el rumor de un río” (159). El tiempo del mito
griego se evidencia en Camino a Rogitama,
donde los mismos títulos de los poemas anuncian los dioses y héroes: “Hércules”,
“Orfeo”, “Apolo”, “Ícaro”, entre otros.
La sección de Hernán Vargascarreño tiene como título
“Palabra varia” (p.p. 207-268). Este escritor, nacido en Zapatoca-Santander en
1960 y conocido como traductor, tiene publicados dos atractivos libros de
poesía: País íntimo (2003) y Piedra a piedra (2010). En el primero la
dedicatoria al cuento “El guardagujas” de Juan José Arreola indica una de las
obsesiones temáticas: el tren, no como símbolo del progreso, sino en su
condición fantástica. La brevedad de sus textos líricos, eclosivos en sentidos
y en miradas filosóficas, juega con el tema del viaje y el retorno, a partir de
imágenes sobre el tren de los dioses, el tren del sueño, el tren del deseo, también
trenes silenciosos, invisibles, locos y cuerdos. Hay un tren para cada ser y de
eso dan cuenta los versos. El tiempo de
las digresiones frente a la vida, sus viajes y despedidas, es también parte de Piedra a piedra, libro donde también se da
la autoconciencia sobre el poder de las palabras, su condición mágica, su
relación con la divinidad y la forma en que “guardan lumbre/ para otros tiempos
más aciagos” (p. 239).
Cierra el libro la sección del escritor húngaro Andrés
Berger Kiss, bajo el título “Mientras el tiempo sea nuestro”, justamente el
nombre que asume la antología total. Este autor, nacido en Szombathely en 1927,
ha nutrido su sensibilidad estética a partir de sus viajes (los primeros forzosos
por la condición judaica de su línea paterna). Transitó por Colombia, Estados
Unidos y otras geografías. Aparte de su labor como cuentista y novelista ha
publicado los libros de poesía Voces de
la tierra (1995, bilingüe, Voices
from the Earth) y Mis tres patrias (2004). Esa condición
judaica -donde son fundamentales la memoria, el exilio y el libro como morada-
hace que su creación estética juegue con lo autobiográfico. El tiempo de la
memoria no es sólo el de la evocación de la geografía colombiana y su infancia placentera
en Medellín, sino también el de la rememoración dolorosa de la locura de su
hermano internado en Sibaté-Colombia (“Un poema para Piter”) y el de los miedos y mutilaciones -de tierra,
familia y afectos- a que se vieron sometidos sus padres, abuelos y allegados
que abandonaron sus hogares por las cualidades de su sangre (a diferencia de
los 17 miembros de su familia que sucumbieron ante los nazis durante el Holocausto). Esos poemas signados por la rememoración
dolorosa son de buena factura poética por la mesura y poder sugestivo del verso
al abordar realidades crudas sin caer en tonos quejumbrosos, así como se
descubre en sus poemas “En el tren del exilio” y “El día que comenzó nuestro
exilio”, donde se refiere que “el pueblo sin brújula ya iba por caminos inciertos” (p. 276).
Libro reseñado
Mientras el tiempo
sea nuestro, antología poética. Lilia Gutiérrez
Riveros, Nelson Romero Guzmán, Winston Morales Chavarro y Andrés Berger Kiss.
Bogotá-Santa Marta, Colombia: Ediciones Exilio, 339 páginas.
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Para efectos de citación:
Gaitán Bayona, J. (22 de Julio de 2013). Formas del tiempo y de la memoria: Mientras el tiempo sea nuestro. Letralia, tierra de letras. Año XVII; No. 285, Cagua-Venezuela.