Por Jorge Ladino Gaitán Bayona
Profesor de Literatura de la Universidad del Tolima,
Colombia.
jlgaitan@ut.edu.co
Memorias
de asesinos que cambiaron el arma y hoy publican. Trinos de políticos cuyos
odios encuentran eco en redes virtuales y prensa. Prédicas de mafiosos que salen de cárceles y pronto la gente
olvida sus muertos para consagrarlos como youtubers. Aquí o allá, se premia el delito. Como
advierte el sociólogo Zygmunt Bauman (2006), más que héroes, la globalización
alumbra a las celebridades, no importa si ofenden o matan. Los hechos trágicos
son vistos como entretenimiento; personajes perversos se eternizan gracias a
los medios de comunicación, siempre y cuando sus seguidores en las redes
sobrepasen a las de sus víctimas. ¿Cómo
entender que la mayoría ya no se tome las cosas en serio porque todo es digno
de espectáculo (un crimen en vivo o un huevo regando su yema en un reality de cocina)? ¿Por qué la
televisión exilia a los creadores y exalta a los imitadores de músicos,
políticos o criminales? Desde este panorama, sería posible reírse con Hitler y
premiarlo con galardones y millones de seguidores. Sin embargo, ¿Qué pasaría si
el Hitler que triunfa en pantalla no fuera un imitador, sino el propio Führer tras despertar en
el nuevo siglo con dolor de cabeza y prendas olorosas a humo? Esta es la propuesta ficcional de Timur
Vermes en su novela Ha vuelto y de David Wnendt en la
película homónima.
El
éxito comercial de una novela llevada al séptimo arte no es impedimento para
que lectores rigurosos en sus gustos estéticos se aproximen a Ha vuelto. No se
trata de un best seller cuya historia atractiva
contrasta con su pésima factura narrativa. Es una novela verosímil a partir de
un hecho fantástico: el Hitler real vuelve en 2011 para relanzar el Nazismo y
Alemania lo vuelve cliché al asumirlo como perfecto imitador en una comedia. Ese hecho fantástico también es recreado por
David Wnendt en su película Ha vuelto (2015).
La cinta retoma diálogos y escenas de la obra literaria, pero agrega nuevos
personajes, situaciones, entrevistas reales y un final distinto desde el
metacine (una película dentro de la película). Tanto la novela como el film provocan
una mirada desencantada al mundo presente donde muchos medios de comunicación
trivializan la historia y reducen la memoria colectiva a simple
entretenimiento. Todo lo anterior motiva
el interés de este artículo por generar una aproximación crítica a la ópera
prima de Timur Vermes y la película de David Wnendt. El artículo se
estructura en cinco momentos específicos: El novelista y el director; “Vida líquida”;
Ha vuelto, la novela; Ha vuelto,
la película; Apuntes finales.
El novelista y el
director
Timur
Vermes (Núremberg, Alemania, 1967) tiene formación académica en Historia y
Ciencias políticas. Se ha desempeñado como periodista en revistas y periódicos. Su única novela a
la fecha es Er ist wieder da (2012), cuya versión al castellano se titula Ha vuelto, publicada por Seix Barral en 2013. La novela es éxito
en ventas en Europa y ha sido traducida a cuarenta idiomas.
David Wnendt (Gelsenkirchen,
Alemania, 1977) se graduó en la Universidad de Berlín en Administración de
Empresas y Publicidad. Estudió dirección de cine en la Escuela Superior de Cine
y televisión Konrad Wolf. Llevó dos best sellers al
séptimo arte con buenos resultados ante la crítica. En 2013 adaptó al cine,
bajo nombre homónimo, la novela Feuchtgebiete (2008),
de Charlotte
Roche (la obra narrativa y el film se conocen en
castellano como Zonas húmedas). En 2015 estrenó Ha vuelto, basado en la novela homónima de Timur Vermes.
También es director y guionista de Hannas Hobby (2005,
El hobby de Hanna); Kleine Lichter (2008, Pequeñas luces); Die Kriegerin (2011, La guerrera); y California
Dreams (2013, Sueños de California).
“Vida líquida”
El
sociólogo polaco Zygmunt Bauman sostiene: “La sociedad moderna
liquida es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros
cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en
una rutina determinadas” (2006, p. 9).
La “modernidad líquida”, a partir del modelo neoliberal y la
globalización, impone unos modelos de vida donde imperan: el consumismo
desmedido; la novedad por encima de la conservación; la satisfacción del yo en
lugar de la angustia por los asuntos colectivos; la rapidez de las cosas en vez
de situaciones prolongadas en el tiempo.
La solidez y compromisos largos son vistos como cargas obsoletas:
promesa de amor ancladas en el sueño de la eternidad; la conciencia histórica
de mirar reflexivamente el presente, pero también las heridas del pasado; la
lealtad hacia causas sociales, principios, utopías y valores universales.
El
tiempo, el amor y la vida es agua en las manos. La mayoría de individuos cambia velozmente de
celulares, noviazgos, trabajos e ideas
políticas. Más que permanencia, impera el reciclaje. Esto genera una condición
vergonzosa: “la
vida líquida es una sucesión
de nuevos comienzos, pero, precisamente por ello, son los breves e indoloros
finales” (Bauman, 2006, p. 10). Esas
ansias de probarlo todo y no comprometerse con nada llevan a desconocer el
dolor ajeno.
Ha
vuelto, la novela
En las
383 páginas de Ha vuelto hay pulso
literario, construcción de una atmósfera y un lenguaje rico en ironías, sátiras
y humor negro. Su historia, sustentada en un buen tratamiento estético,
posibilita múltiples preguntas sobre
“tiempos líquidos” donde modas, dispositivos electrónicos, realities y comedias televisivas importan más que las
tareas del espíritu, la belleza en el arte y el conocimiento profundo de la
historia. El “todo vale” -premisa de “tiempos líquidos” -llega a tal punto que
los individuos sufren con la suerte de quienes participan en un reality, pero, ante el mundo real, se hacen los ciegos
frente a problemáticas sociales: el aumento de grupos neonazis en Europa, la
xenofobia creciente, la entronización de personajes que aumentan el raiting con discursos saturados de odio y
totalitarismo. Dichos aspectos gravitan
en el texto narrativo de Timur Vermes.
Desde
el balance de época en la novela de Vermes, la Alemania actual y el mundo
globalizado fácilmente caen seducidos por personajes hábiles en su oratoria que
podrían revivir viejas consignas sobre razas superiores y crímenes necesarios,
en aras del supuesto bienestar de una cultura. Para ficcionalizar cómo una
figura pública gana en publicidad y adeptos
al posicionar un extremo ideológico, Vermes no se contenta con elegir de
protagonista a un político o una celebridad de ultraderecha. Opta por el
propio Adolf Hitler, como si existieran
condiciones para su retorno. Por eso
el Führer sale de escena en 1945 y aparece en 2011. El dictador, más
allá del asombro por ciertos cambios en la fisonomía de Berlín y los nuevos
inventos del progreso, reconoce puntos de encuentro entre el pasado y el
presente: “Esa Alemania era distinta, pero en algunas cosas tenía semejanzas
con el Reich que conocía” (Vermes, 2013, p. 19). Así la ficción posibilita
cuestionamientos sobre hechos que la humanidad repite, olvidando el Holocausto
y horrores de la Segunda Guerra Mundial: ¿Por qué tantos ciudadanos en Europa
culpan a los inmigrantes de su crisis económica, en lugar de fijar sus ojos en
el modelo capitalista? ¿Cómo no
asustarse con el aumento de electores de partidos de derecha en el viejo
Continente? Tal como resalta Esteban Ibarra en su libro La
Europa siniestra (2014), el racismo y la intolerancia no sólo se dan en
las calles con grupos neonazis, sino que también, paulatinamente, se toman las
instituciones.
Estratégicamente,
para no lanzar de un sólo golpe la preocupación por el crecimiento de la
ultraderecha en Europa, Timur Vermes hace transitar su novela del humor a la
reflexión agónica. Logra que el lector cambie gradualmente su percepción sobre
el protagonista: el Hitler inicial es cliché, pero, entre
risas, ridículos y posicionamiento de un discurso en televisión y redes, se
vuelve amenaza. Al final del texto narrativo, no sólo tiene un una franja en un
programa exitoso, sino también premios y la oportunidad de un segundo libro
para nuevos tiempos (otro Mein Kampf, otra Mi lucha). Hitler reconoce que en la década del veinte y
del treinta tenía menos condiciones de las ofrecidas en el siglo XXI. Al respecto, en las últimas páginas del texto
narrativo, el Führer es tentado por diversos
partidos políticos -liberales, conservadores e, incluso, de izquierda- ansiosos
de aprovechar su imagen e impacto
mediático; sin embargo, él tiene claro su horizonte: “Si a uno le preguntan una
serie de partidos si quiere ingresar en ellos, uno hace bien en no regalar el
valor de la propia persona para otros fines que los propios […] En el caso actual, aprovechando el
impulso de la publicación de un libro y del nuevo programa televisivo que
empezaría al mismo tiempo, podría poner en marcha una ofensiva propagandística
y luego fundar un movimiento” (Vermer, 2013, p. 373).
Con un programa de televisión propio, un contrato para un
segundo libro y millones de seguidores en redes virtuales, el Hitler de Timur
Vermes es profundamente peligroso. Quizás para muchos televidentes lo suyo es
sólo una cómica imitación, pero él sabe que desde propagandas, shows y
espectáculos puede calarse en la mente de los espectadores una serie de
mensajes, no muy distintos a situaciones e ideas revitalizadas en el viejo
mundo: xenofobia, racismo, violencia contra homosexuales, gitanos y minorías.
Por eso, el protagonista no desdeña la farándula y de ahí la frase final de la
novela: “Con eso se puede trabajar” (p.
374). Atrás queda para el lector la idea de que el Führer de las páginas iniciales resulta ingenuo: cuando recién
despierta tras décadas de ausencia y al hablar con unos niños futbolistas mira
a uno con camiseta de Cristiano Ronaldo y le pregunta: “¡Joven Hitleriano
Ronaldo! ¿Por dónde se sale a la calle?”;
lo anacrónico que resulta cuando enfrenta, por primera vez, un
computador, un celular e Internet.
El Führer de Timur Vermes
aprende rápido las tecnologías mediáticas del presente y ha de convertirlas en
sus nuevas armas. No lo dice al final Vermes, pero se intuye en los discursos
de las páginas finales. Lo silenciado está lleno de presagios, de tragedias
futuras donde el llanto tiene su embrión en la risa vacua y la comedia
simplona. Paradójicamente, a través de ese Hitler ficcional, se posibilitan
juicios certeros sobre qué queda del sujeto cuando es presa fácil de sus Ipad, Smartphones
y aparatos electrónicos. No es gratuito
en ese mundo posible de Vermer -absurdo,
extraño, casi kakfiano- encontrar un
Hitler señalando ejemplos de razas inferiores: “El teléfono ha de ser teléfono
y calendario a la vez y además una máquina de fotos y todo junto. Eso es una
sandez absurda y peligrosa que solo lleva a que, por la calle, los jóvenes
miren continuamente por sus teléfonos y miles de ellos sean atropellados por
los coches” (Vermes, 2013, p. 370).
Ha
vuelto, la película
Ha vuelto,
la película David
Wnendt, fue estrenada en cines
alemanes en octubre de 2015. Tiene 116 minutos de duración y cuenta con la
actuación de Oliver Masucci, cuya encarnación de Hitler no es inferior a la de
Bruno Ganz en Der Untergang (2004, El hundimiento). Para estudiar al personaje real, el actor
escuchó múltiples alocuciones del dictador: “Para imitar bien a Hitler escuché
500 discursos suyos. En ellos, Hitler era realmente elocuente contra la
República Weimar y contra el sistema democrático. Decía claramente: 'Somos
intolerantes y con nosotros en el poder no habrá otros partidos políticos'.
Pese a eso, la gente votó por los nazis, algo que me parece realmente fuerte”
(Masucci, entrevista con Salvador Martínez, 6 de marzo de 2016).
En el
rodaje de Ha vuelto Oliver Masucci encontró personas de carne y hueso que no tenían reparos en
tomarse una selfish y
disertar sobre la necesidad de un Estado fuerte en medidas contra los
inmigrantes: “Lo que dijo la gente me chocó mucho, tanto
como me chocó ver lo fácil que es ganarse la confianza de la gente simplemente
con palabras. En esta película hay una fina frontera entre realidad y ficción.
Pero hay gente que de verdad dice cosas propias de radicales de derechas”
(Masucci, entrevista con Salvador Martínez, 6 de marzo de 2016). El director
coincide en el malestar de descubrir cómo la xenofobia y
las ideas nazis tienen eco en diversos sectores de la Alemania actual. Tal como
resalta Adam Taylor en un artículo de Independent (23 de octubre de 2015), David Wnendt confesó que de 300
horas de filmación para las secuencias de falso documental, solo dos personas
expresaron su disgusto contra la figura de Hitler. Justamente, ante la extrañeza de que alguien
se parezca al genocida, la gente haga el saludo nazi, se ría y diga “I love
Hitler”, un hombre, entrevistado en la película, señala su desencanto: “Cuando
alguien se planta en una plaza, se viste como Hitler y la multitud lo tolera,
la verdad, tengo que decir que eso es algo muy malo para Alemania y si fuera
por mí, ya lo habría echado de aquí”.
Las
secuencias de falso documental logran una mayor sensación de realismo. El
Hitler ficcional va a la calle a entrevistar a gente del común, también a
sitios clandestinos donde se hacen ridículas actividades en homenaje a Hitler:
jóvenes haciendo un programa con recetas vegetarianas, típicamente alemanas,
que habrían gustado al Führer. Al Hitler de Masucci basta con arrojar una frase xenófoba
para que en bares y tiendas los asistentes den rienda suelta a sus odios: “Todas las personas barbudas, sospechosas, deberían irse”;
“Vienen cada vez más inmigrantes. Pero la gente corriente
no puede hacer nada”; “Los alemanes no podemos abrir
la boca, porque todavía sabemos que nos queda algo de culpa”.
Otro
recurso de David
Wnendt para burlar las
fronteras entre ficción y realidad es el metacine: cine dentro del cine;
actores disertando sobre su interpretación; alusiones de la película a la
novela de la cual genera su versión. El Hitler
de Masucci no sólo tiene programa de televisión y libro, también película
propia y un grupo de jóvenes neonazis
como escolta. El film al interior de la cinta de Wnendt presenta a un Führer doblemente
poderoso en el nuevo siglo; pueden disparar a la cabeza y tirarlo de un
edificio, pero vuelve porque se siente parte del alma de su pueblo: “¿Usted nunca se ha preguntado por qué la gente me sigue? Porque
en el fondo son iguales a mí […] No me pueden borrar. Sigo siendo parte de
ustedes”. Para acentuar la idea
de esos “monstruos” del pasado que retornan, mientras ruedan los créditos,
David Wnedt presenta imágenes y discursos verdaderos de xenófobos, skinheads y ultraderechas en manifestaciones y parlamentos europeos.
Oliver
Stone, experto en llevar al cine personajes históricos (Alejandro Magno, John
F. Kennedy y Richard Nixon), expresó alguna vez: “Nacionalismo y patriotismo
son dos de las fuerzas más maléficas que hemos conocido en este siglo, causando
muertes, guerras, destruyendo al espíritu y muchas vidas humanas de manera más
masiva que cualquier otra cosa” (2015, p. 136). En Europa, América y cualquier otro
continente, el ciego nacionalismo impulsa a que los ciudadanos, en lugar de
mirar las causas internas de sus crisis políticas, económicas y humanitarias,
deslicen la culpa a los extranjeros. Justamente, contra los peligros del
nacionalismo y la expansión de ideas de la ultraderecha en Alemania y Europa, David Wnendt ofrece su diatriba, una película ácida, mordaz, llena de
humor negro para que, desde la risa carnavalesca, emerja una visión crítica del
mundo.
Apuntes finales
En
“tiempos líquidos” abundan individuos preocupados por la satisfacción
individual y la inmediatez del presente.
Evitan girar sus ojos al pasado. Resulta más cómodo no responsabilizarse
de las cargas traumáticas de la historia.
Les basta estar a la moda y tener tecnologías de última generación, no
tanto el enriquecimiento de su base enciclopédica, la reflexión sobre la
transcendencia, la memoria o la conexión entre su ser y el mundo habitado: “Acomodados
en el plano material, pero empobrecidos y famélicos en el espiritual” (Joseph Brodsky, 2006, citado por Bauman,
p. 16). Pareciera que el mundo sólo importa como
espectáculo y entretenimiento: todo puede ser susceptible de reality; de un Holocausto o una guerra puede llevarse a la
pantalla una comedia exitosa; a un criminal se tolera, siempre y cuando se
vuelva celebridad y genere buenos beneficios económicos desde Youtube, Facebook o Twitter.
Si “lo
que se enfatiza en todo momento es el olvidar, el borrar, el dejar y el
remplazar” (Bauman, 2006, p. 11) no sería extraño que en las actuales
coordenadas del siglo XXI la humanidad repitiera hechos vergonzosos, genocidios
e, incluso, funestos dictadores. Uno de ellos, Hitler, Ha
vuelto, en la novela de Timur Vermes y la película de David Wnendt. Su regreso no es asunto exclusivo de la ficción. Existe en
realidad. Quizás con otros rostros, nombres, pieles y escenarios (una calle, un
parlamento). No es casual su presencia. Algo pasa en Europa y el resto del
mundo para que Vermes y Wnendt agiten campanas de alerta. Como bien destaca
Esteban Ibarra, “aún no están
enterrados los episodios del horror del nazismo y el fascismo, incluso hay
asignaturas pendientes que avergüenzan a todos” (2014, p. 45). Las señales se escuchan “al son de marchas con antorchas,
persecuciones a gitanos, brotes de violencia antisemita, intolerancia xenófoba,
incendio de mezquitas, negrofobia, rechazo a la libre orientación sexual y,
sobre todo, crímenes de odio, asesinatos alimentados por rechazo al diferente” (p. 46).
Referencias
Bauman,
Z (2006). Vida líquida.
Barcelona: Ediciones Paidós.
Ibarra,
E. (2014). La Europa siniestra. Madrid: Editorial
Catarata.
Martínez,
S. (6 de marzo de 2016). “Me convertí en Hitler 24 horas al día y la gente me
alababa”, entrevista a Oliver Masucci. El Español,
sección Cine y memoria. Recuperado de:
http://www.elespanol.com/cultura/cine/20160304/106989570_0.html
Stone,
O. y Kuznick, P. (2015). La historia silenciada de Estados Unidos. Madrid: Editorial La Esfera de los Libros.
Taylor,
A. (23 de octubre de 2015). Look Who’s Back: New film asking what would happen it Hitler
returned to Germany has a worrying answer. Independent. Recuperado de: http://www.independent.co.uk/news/world/europe/look-who-s-back-new-film-asking-what-would-happen-it-hitler-returned-to-germany-has-a-worrying-a6706736.html
Vermes,
T. (2013). Ha vuelto. Barcelona: Seix Barral.
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Para
citación:
Gaitán Bayona, Jorge Ladino. “Ha
vuelto: un Fuhrer para tiempos líquidos”. Ergoletrías, Universidad
del Tolima, 2018, segundo semestre, No. 5, ISSN 2322-9977, p.p. 53-58.