domingo, junio 20, 2010

YO AMO A PHILLIP MORRIS


Por Jorge Ladino Gaitán Bayona

(Integrante del Grupo de Investigación de literatura del Tolima de la UT,

jlgaitan@ut.edu.co)

El estadounidense Steven Jay Russell (1957) fue condenado en Texas en 1998 a 144 años de prisión. El gobernador era George Bush hijo. El juicio no dio todas las garantías de ley -la fiscal era cuñada de uno de los que perdieron miles de dólares por las estafas de Russel- y a la pena se sumaron los años de condena que previamente había burlado. Había escapado de prisión innumerables veces usando distintos disfraces e, incluso, había logrado recibir el perdón porque los resultados médicos (manipulados por la mediación de cómplices en el centro de reclusión) demostraron que le quedaba poco tiempo de vida como enfermo de Sida. Para convencer a las autoridades, aparte de que las pruebas médicas determinaban que tenía la enfermedad terminal, dejó deteriorar su cuerpo y fue capaz de simular síntomas y estados del VIH. Fue tan convincente su actuación que al ser llevado a un lugar donde se asiste en la muerte a dichos enfermos y tras unos sobornos a los encargados, fue declarado muerto. Su pasión no sólo era timar a empresarios y engañar las autoridades de Texas, sino el amor de un compañero de prisión llamado Phillip Morris. Esta apasionante vida fue llevada a la novela por Steve McVicker con el título de Yo amo a Phillip Morris, el mismo con el que el año pasado se diera a conocer una película protagonizada por los reconocidos actores Jim Carrey y Ewan McGregor.

La película I love Phillip Morris (cuya traducción al castellano fue literal), si bien en Europa se exhibió en teatros en el 2009, ha tenido problemas de distribución en los Estados Unidos y también en Latinoamérica. Para este continente, los únicos modos de contemplarla son a través del DVD y de páginas de internet donde también puede ser descargada. ¿Por qué tan singular restricción tratándose de dos actores no sólo importantes sino mediáticos? Sencillamente porque esta realización fílmica aborda el amor homosexual con escenas que –aunque son comunes y bellas en pantalla tratándose de una pareja heterosexual- para las compañías distribuidoras podrían ser problemáticas. No es que en el llamado país del sueño americano no se hayan hecho cintas que tocan dicho tema (recuérdese, por ejemplo, Brokeback Mountain donde se aborda la relación de dos vaqueros), sino que Yo amo a Phillip Morris, en particular, se ha atrevido no sólo a explorar las debilidades y luego las venganzas de la justicia norteamericana, sino también a representar en forma menos tímida que varias realizaciones anteriores los juegos amatorios, las manifestaciones de ternura, las soledades, llantos y utopías de dos hombres enamorados. Evidentemente los obstáculos de distribución de la cinta se deben a que, por más que se hable de globalización, interculturalidad, respecto a las minorías y a las identidades múltiples, todavía en el mercado del cine y en el público norteamericano subyacen sentimientos homofóbicos y tabúes al respecto.

Yo amo a Phillip Morris no es una película vulgar, patética o escandalosa, lo que sí presenta es una estética del choque muy bien lograda en sus planos y escenas. Seguramente si la historia del famoso estafador estadounidense hubiese involucrado un amor-pasión por una mujer, la cinta no sólo habría sido generosa en taquillas, sino también en premios y en comentarios de la crítica. Su realización es impecable por la forma como se mezcla drama, comedia y romance. Está situada no en la esfera comercial, sino en la del cine arte. Los protagonistas Jim Carrey (en el papel de Steven Jay Russell) y Ewan McGregor (Phillip Morris) asombran por sus actuaciones creíbles que ponen a pensar sobre el respeto a la diferencia. Es más, el espectador termina encariñándose con ellos, porque más allá del lado desafiante de la ley y las normas (en lo legal, pero también en lo moral de una sociedad pacata), el lado humano está a flor de piel: las angustias de Steven por su condición de adoptado, la aceptación de la homosexualidad cuando ya se tiene esposa e hija, los riesgos asumidos cuando pudiendo migrar se queda en Texas para liberar a Phillip.

Jim Carrey, acostumbrado a generar millones de dólares con películas taquilleras y a robarse los aplausos de miles de seguidores que, en su mayoría, lo asocian a típicas comedias gringas y a gestualidades que mueven a la risa, tiene también en su filmografía papeles dramáticos memorables (sobre todo en Truman Show, El mundo de Andy y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos). Algunas cintas que la crítica especializada considera como dignas de evocación son, por lo general, fracasos comerciales. Se trata pues de un artista que ha hecho cine para vender pero también un cine en el que -independiente de taquillas- da su verdadera talla como actor, no casándose con un solo tipo de representación. Su papel de Steven Jay fue todo un reto, empezando porque tuvo que superar sus propios temores, en tanto, según cuenta en una de sus entrevistas, debió vencer “esa voz homofóbica que tenía dentro de mí y decía Bueno, esto es algo tenebroso”. Por su parte Ewan McGregor, el laureado actor escocés que se diera a conocer al mundo como chico rebelde en Trainspotting (toda una película de culto dirigida por Danny Boyle en 1996), había hecho personajes bisexuales en Velvet Goldmine (1998) y Scenes of a Sexual Nature (2006). Tras la profunda y gran actuación de los mencionados se encuentra la mirada particular sobre el amor homosexual que para la pantalla grande configuraron los directores Glenn Ficarra y John Requa. En la producción se encuentra el afamado cineasta francés Luc Besson, Far Shariat y Andrew Lazar. Éste, durante el Festival de Cine Sundance en el 2009, señaló algo que resulta valioso como invitación para ver la película: “Todos hemos sufrido por amor y creo que cualquiera, seas gay o heterosexual, puede identificarse con ella”.

LA POESÍA COMO CONTRACARA DE LA VIOLENCIA COLOMBIANA EN LOS VELOS DE LA MEMORIA, DE JORGE ELIÉCER PARDO RODRÍGUEZ

  Jorge Ladino Gaitán Bayona (Grupo de Investigación en Literatura del Tolima, Universidad del Tolima)     Ponencia del 13 de noviembre de 2...