domingo, octubre 06, 2013

EL SECRETO DE SUS OJOS: LA ESTÉTICA DE LA CONMOCIÓN

Por  Jorge Ladino Gaitán Bayona
(Profesor de Literatura de la Universidad del Tolima,
Integrante de la Tertulia Tinta de Búho)

 


Alex de la Iglesia señaló alguna vez que “lo fascinante del cine es colocar al espectador en posiciones morales en las que nunca estuvo”. Esto es, justamente, lo que ocurre cuando se mira El secreto de sus ojos (2009), película argentina ganadora de diversos reconocimientos en su país, como también en otras latitudes, entre los que vale mencionar el Premio Goya como mejor película hispanoamericana, el Óscar a mejor película en habla no inglesa en el 2010 y el premio especial del jurado y el premio del público en el Festival Internacional de Cine de La Habana.


No sólo se trata de una bella cinta que tiene todo el tiempo atrapado al espectador con una trama verosímil, llena de giros y matices al involucrar componentes del policial negro en el que se dan tanto el crimen pasional como la violación de la ley por las propias instituciones estatales, en este caso, de la Argentina de los años setenta. Además,  encanta la música que acentúa la tensión en varias de las atmósferas generadas (compuesta por el pianista Federico Jusid), unas actuaciones  bien logradas en las que hasta los papeles aparentemente más pequeños resultan evocadores, y una apertura polifónica frente al tema de la pasión en sus múltiples formas: en el amor, la venganza, el fútbol y la bohemia.  Toda la historia está libre de moralismos o de una voz dominante que imponga su punto de vista.  Allí, tanto el juez federal (Benjamín Espósito, quien investiga la muerte de una bella joven tras su violación), como el espectador, se ven sacudidos por diversas situaciones  y un desenlace insospechado que desarma  cualquier discurso moral sobre la venganza y los límites entre el deseo individual y las leyes impuestas por un colectivo.


El secreto de sus ojos  está basada en la novela La pregunta de sus ojos (2005), del escritor argentino Eduardo Saciheri.  El elenco está conformado por Ricardo Darín, Soledad Villamil, Pablo Rago, Guillermo Francella  y Javier Godino.  La construcción del guión a partir de la novela corrió a cargo de Juan José Campanella, quien es también el director de la cinta. Previamente su película El hijo de la novia había obtenido  diferentes galardones internacionales, además de la nominación al Óscar como mejor film extranjero en el 2001.


Nada parece abandonado al azar en esta película. Los tiempos allí desarrollados cuadran a la perfección: el tiempo presente de Benjamín Espósito como jubilado  de un juzgado penal queriendo llenar sus horas con la construcción de una novela a partir de un caso irresoluto en los años setenta; el tiempo pasado recreado tanto por la memoria de los personajes, como por las escenas de la novela que se visualizan al espectador; el tiempo posterior a la escritura del texto narrativo, en la década actual, donde el juez retirado descubre qué pasó con el asesino de la mujer violada. Todos los tiempos se funden en un solo tiempo final  sin que se generen confusiones.


Los personajes mutan a lo largo de la cinta. Son complejos y se ven sometidos a circunstancias que los llevan a trasgredir sus códigos éticos con relación a sus propósitos: desde el mismo asesino hasta sus investigadores. La mirada del espectador cambia frente a ellos: al que se ve como culpable se termina compadeciendo; al que lucía como tonto enamorado se le descubre genial por la forma como cumple sus promesas; el que parecía un simple pensionado,  condenado a la soledad y la escritura, se le otorga la admiración por encarar el amor en la vejez; al que se le podría reprochar que como ayudante del juez se escapara para emborracharse mientras se estudiaban los casos, se termina amando porque descubre el sentido de las pistas justo en las tabernas, siendo capaz de los actos más leales de amistad en los momentos crudos (cuando el crimen pacta con el Estado para acabar a sus propios jueces).

A esta obra de la cinematografía latinoamericana muy seguramente el tiempo como juez implacable le dará el carácter de clásico. Sin descuidar su estética (juega con la ironía, los símbolos, los índices, y la literatura) permite múltiples miradas y satisface los más heterogéneos gustos. Al que goza del género negro (en su variante latinoamericana) le brinda una historia sorprendente en la que se entrecruzan la corrupción, la política y el vano descubrimiento de una verdad frente a poderes a los que poco importa la aplicación del código jurídico. A los que prefieren las historias de amor le otorga una llena de poesía y libre de melodramas. Del mismo modo,  ofrece una oda a la amistad desde la relación entre el juez y su ebrio subordinado. A quienes les gusta que el cine narre las contracaras de la historia, le otorga un fresco crítico del miedo, las persecuciones y abusos de autoridad en la Argentina de los años setenta. Es una película que desde lo local llega a lo universal por la calidad de su historia y  la forma como se funda la psiquis del hombre y la mujer en sus turbaciones, anhelos y ajustes de cuentas con el pasado.


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Este texto fue publicado en la Revista Candilejas, de la Universidad del Tolima. Para efectos de citación:


Gaitán Bayona, Jorge Ladino. El secreto de sus ojos: la estética de la conmoción. Candilejas, revista cinema itinerante. Centro Cultural, Universidad del Tolima, semestre B de 2013, Volumen 1, No. 2, p.p. 6-7. 

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