Por Jorge Ladino
Gaitán Bayona
(Profesor de la Universidad
del Tolima,
Doctor en
Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile,
Maurice
Blanchot señala en La escritura del
desastre: “el desastre es aquel tiempo en que ya no se puede poner en
juego, por deseo, ardid o violencia, la vida que se procura” (1990: 41). Es tema y tono para que se dé una estética de
la conmoción: sacude al lector no sólo con imágenes ingeniosas y
contundententes, sino también con una visión desencantada sobre el sinsentido del
ser y del tiempo. Allí los versos tocan las heridas del desamparo, la soledad y el hastío; quien
lee siente el “dolor tajando, despedazando” (50). El desastre “como fuerza de
escritura” (14) lleva el lenguaje a “la intensidad del desfallecimiento” (14) y
se alcanza el “llorar sin lágrimas” (25).
Esto último cobra enorme sentido pues indica que el tema no puede
sacrificar la forma y que esa visión oscura de la vida no se expresa en
quejidos del sentimiento en bruto (la evidencia ramplona de las lágrimas), sino
que está sometida a un tratamiento estético desde alusiones, metáforas y figuras
retóricas que recrean la tristeza, el fracaso y el estado terminal de la
existencia.
En
las coordenadas antes mencionadas se sitúa Si
mañana el tiempo nos aguarda, de la escritora tolimense Esperanza Carvajal
Gallego. Este libro de poemas, editado en febrero del 2013, es el número 96 de
la colección Viernes de Poesía, de la
Universidad Nacional de Colombia. Esta publicación, adelantada por la más
importante institución de educación superior en el país, es un reconocimiento a
una autora que desde el primero hasta el último de sus libros ha tenido una
preocupación por abordar temas ajenos al idilio, sin descuidar el rigor con el
lenguaje y la musicalidad. En Esperanza Carvajal hay trayectoria y fuerza en la
voz poética. Junto al libro mencionado se encuentran también El perfil de la memoria (1997), Las trampas del instante (2005), Festín entre
fantasmas (2008) y Peldaños para
escalar la noche (antología, 2010). Aparte de su presencia en varias
antologías de la lírica tolimense, se destaca su inclusión en la Antología
de la poesía colombiana (1931-2011), de Fabio Jurado Valencia.
Resalta
Blanchot en su libro que pasado, presente y futuro se funden en una ruina
devoradora. Los días venideros están despojados de salvación. Si
mañana el tiempo nos aguarda anuncia desde el título desconcierto y más
adelante los poemas advierten que cada día es desecho y los instantes tienen
filos: “Todos los días/ se arrojan a la caneca/ como un desperdicio más/
expuesto a los saqueadores de la luz/ que no encuentran nada útil a su
existencia” (Carvajal Gallego, 2013: 17); “Este permanente caer./ Infame tarea
de la navaja/ en inmediaciones de la noche” (19). Por esa conciencia del tiempo
como condena y despojo es que los símbolos de luz ya no entrañan la idea de
redención, sino evidencia del hastío y de las muertes lentas del ser en medio
de la costumbre: “El silencio es sufragio de la luz”; “Ahora que portas la
lámpara del miedo/ no mides la estatura de la soledad” (20); “Nadie llama a la
celda de los condenados/ ni atiza el
fuego de sus cadenas” (25) “¿Para qué la luz/ si no vemos el día?” (38).
Una
escritura del desastre no cree que cuando se toca fondo empiece el ascenso. Siempre
se puede caer más bajo de lo que se piensa; el fondo tiene otro y así
sucesivamente, como un infinito juego de
cajas chinas de la melancolía: “El desastre vuelve, siempre desastre después
del desastre” (Blanchot, 1990: 13). En Si
mañana el tiempo nos aguarda no tiene cabida la esperanza y si aparece
nombrada es para cuestionarla, mostrarla como veneno, traición, ardid de la
miseria y de la mala suerte. Al respecto nos dice la poeta: “Hemos quedado
ciegos/ de esperar lo inaplazable/ a merced de una esperanza maltrecha” (5);
“Fingir que no pasa nada/ cuando nos traiciona la esperanza” (Carvajal Gallego,
2013: 22).
Una visión existencialista late en los poemas de Esperanza Carvajal. Por ello se mencionan caídas y abismos; no en vano la poeta habla de “esa mirada de precipicio” (35). Los versos instauran en la palabra seres que se sienten arrojados a la vida y esta se regodea haciendo larga su tarea: “El tiempo gota a gota/ cobra su cuota de eternidad” (36). Todo va en cámara lenta haciendo angustioso cada momento; los minutos y las horas se mastican con desgano porque “dentro llevamos el reloj que nos oprime” (37). La idea del tiempo como verdugo se insinúa en las páginas del poemario; el victimario prefiere la tortura y evita la muerte rápida; de ahí su agrado por las armas de filo y por dejar heridas que sangran cada vez que la víctima hace un mal movimiento: “Abro la puerta de una herida/ como quien olvida cerrar/ el grifo de la sangre” (15). ¿Qué hacer entonces cuando todo está perdido? ¿Si “la vida es un exilio permanente” (8) qué casa resulta segura? ¿Se puede despistar al tiempo con máscaras que siempre terminan repitiendo la desazón y la desesperanza? La poeta concluye al respecto en “Asumo la máscara clandestina”:
Una visión existencialista late en los poemas de Esperanza Carvajal. Por ello se mencionan caídas y abismos; no en vano la poeta habla de “esa mirada de precipicio” (35). Los versos instauran en la palabra seres que se sienten arrojados a la vida y esta se regodea haciendo larga su tarea: “El tiempo gota a gota/ cobra su cuota de eternidad” (36). Todo va en cámara lenta haciendo angustioso cada momento; los minutos y las horas se mastican con desgano porque “dentro llevamos el reloj que nos oprime” (37). La idea del tiempo como verdugo se insinúa en las páginas del poemario; el victimario prefiere la tortura y evita la muerte rápida; de ahí su agrado por las armas de filo y por dejar heridas que sangran cada vez que la víctima hace un mal movimiento: “Abro la puerta de una herida/ como quien olvida cerrar/ el grifo de la sangre” (15). ¿Qué hacer entonces cuando todo está perdido? ¿Si “la vida es un exilio permanente” (8) qué casa resulta segura? ¿Se puede despistar al tiempo con máscaras que siempre terminan repitiendo la desazón y la desesperanza? La poeta concluye al respecto en “Asumo la máscara clandestina”:
Asumo
la máscara clandestina
robada
a la costumbre:
cada
noche pongo a salvo
el
sueño que roe el agujero de las desdichas.
¿Qué
importancia tiene morir y resucitar a diario
si
nuestro cuerpo elige otra trayectoria
y
obliga a envejecer con indolencia?
Habitaré
la casa que nunca construimos,
porque
a estos ojos cansados
la
lumbre ya no llega (31).
Referencias
Blanchot,
M. (1990). La escritura del desastre.
Caracas: Monte Ávila Editores.
Carvajal
Gallego, E. (2013). Si mañana el tiempo
nos aguarda. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
_______________________
Para efectos de citación: Gaitán Bayona,
Jorge Ladino (abril 7 de 2013). La escritura
del desastre en Si mañana el tiempo nos
aguarda. Facetas, cultura al día de
El Nuevo Día, el periódico de los tolimenses,
p.p. 2-3.