Por Jorge Ladino
Gaitán Bayona
(Profesor de Literatura de la Universidad del Tolima,
Integrante de la Tertulia Tinta de Búho)
Alex de la Iglesia señaló alguna
vez que “lo fascinante del cine es colocar al espectador en posiciones morales
en las que nunca estuvo”. Esto es, justamente, lo que ocurre cuando se mira El secreto de sus ojos (2009), película
argentina ganadora de diversos reconocimientos en su país, como también en otras
latitudes, entre los que vale mencionar el Premio Goya como mejor película
hispanoamericana, el Óscar a mejor película en habla no inglesa en el 2010 y el
premio especial del jurado y el premio del público en el Festival Internacional de Cine de La Habana.
No sólo se trata de una bella cinta
que tiene todo el tiempo atrapado al espectador con una trama verosímil, llena
de giros y matices al involucrar componentes del policial negro en el que se
dan tanto el crimen pasional como la violación de la ley por las propias
instituciones estatales, en este caso, de la Argentina de los años setenta. Además, encanta la música que acentúa la tensión en
varias de las atmósferas generadas (compuesta por el pianista Federico Jusid),
unas actuaciones bien logradas en las
que hasta los papeles aparentemente más pequeños resultan evocadores, y una
apertura polifónica frente al tema de la pasión en sus múltiples formas: en el
amor, la venganza, el fútbol y la bohemia.
Toda la historia está libre de moralismos o de una voz dominante que
imponga su punto de vista. Allí, tanto
el juez federal (Benjamín Espósito, quien investiga la muerte de una bella joven
tras su violación), como el espectador, se ven sacudidos por diversas
situaciones y un desenlace insospechado
que desarma cualquier discurso moral sobre
la venganza y los límites entre el deseo individual y las leyes impuestas por
un colectivo.
El secreto de sus ojos está basada
en la novela La pregunta de sus ojos (2005),
del escritor argentino Eduardo Saciheri. El elenco está conformado por Ricardo Darín,
Soledad Villamil, Pablo Rago, Guillermo Francella y Javier Godino. La construcción del guión a partir de la
novela corrió a cargo de Juan José Campanella, quien es también el director de
la cinta. Previamente su película El hijo
de la novia había obtenido
diferentes galardones internacionales, además de la nominación al Óscar
como mejor film extranjero en el 2001.
Nada parece abandonado al azar en
esta película. Los tiempos allí desarrollados cuadran a la perfección: el
tiempo presente de Benjamín Espósito como jubilado de un juzgado penal queriendo llenar sus
horas con la construcción de una novela a partir de un caso irresoluto en los
años setenta; el tiempo pasado recreado tanto por la memoria de los personajes,
como por las escenas de la novela que se visualizan al espectador; el tiempo
posterior a la escritura del texto narrativo, en la década actual, donde el
juez retirado descubre qué pasó con el asesino de la mujer violada. Todos los
tiempos se funden en un solo tiempo final
sin que se generen confusiones.
Los personajes mutan a lo largo de la cinta. Son
complejos y se ven sometidos a circunstancias que los llevan a trasgredir sus
códigos éticos con relación a sus propósitos: desde el mismo asesino hasta sus
investigadores. La mirada del espectador cambia frente a ellos: al que se ve
como culpable se termina compadeciendo; al que lucía como tonto enamorado se le
descubre genial por la forma como cumple sus promesas; el que parecía un simple
pensionado, condenado a la soledad y la
escritura, se le otorga la admiración por encarar el amor en la vejez; al que
se le podría reprochar que como ayudante del juez se escapara para
emborracharse mientras se estudiaban los casos, se termina amando porque
descubre el sentido de las pistas justo en las tabernas, siendo capaz de los
actos más leales de amistad en los momentos crudos (cuando el crimen pacta con
el Estado para acabar a sus propios jueces).
A esta obra de la cinematografía latinoamericana muy
seguramente el tiempo como juez implacable le dará el carácter de clásico. Sin
descuidar su estética (juega con la ironía, los símbolos, los índices, y la
literatura) permite múltiples miradas y satisface los más heterogéneos gustos.
Al que goza del género negro (en su variante latinoamericana) le brinda una
historia sorprendente en la que se entrecruzan la corrupción, la política y el
vano descubrimiento de una verdad frente a poderes a los que poco importa la
aplicación del código jurídico. A los que prefieren las historias de amor le
otorga una llena de poesía y libre de melodramas. Del mismo modo, ofrece una oda a la amistad desde la relación
entre el juez y su ebrio subordinado. A quienes les gusta que el cine narre las
contracaras de la historia, le otorga un fresco crítico del miedo, las
persecuciones y abusos de autoridad en la Argentina de los años setenta. Es una
película que desde lo local llega a lo universal por la calidad de su historia
y la forma como se funda la psiquis del
hombre y la mujer en sus turbaciones, anhelos y ajustes de cuentas con el
pasado.
____________________________________
Este texto fue publicado en la Revista Candilejas, de la
Universidad del Tolima. Para efectos de citación:
Gaitán Bayona, Jorge Ladino. El secreto de sus ojos: la estética de la conmoción. Candilejas, revista cinema itinerante.
Centro Cultural, Universidad del Tolima, semestre B de 2013, Volumen 1, No. 2,
p.p. 6-7.